El cierre de listas para las elecciones legislativas de medio término, que se van dando en distintos distritos, nos tiene (a una pequeñísima parte de la población), bastante entretenidos.
Por lo que me parece oportuno, revisar el escenario en dos sentidos.
El primero, con el diario del lunes (aún en construcción), conocer cómo van quedaron los nombres, los lugares, las candidaturas, los órdenes.
Es decir, cómo van siendo los movimientos internos de cada partido dentro del juego de la política. Cómo se pudieron sobreponer, reconstruir o reconfigurar algunos sectores sobre otros y quiénes son los tapados y los inmediatos perdedores en todo esto.

Y el segundo, el más interesante, tiene más que ver con el juego democrático.
Con un brevísimo revisionismo cronológico, que considera ciertas tensiones que vienen dándose dentro y fuera del sistema, en el último tiempo (por lo menos en los últimos dos años) que tiene que ver con la lectura que hacen unos y otros dirigentes del momento sociopolítico, económico, pero sobre todo el institucional.
¿A qué me refiero?
Por un lado, hay todo un armado inherente, un entramado propio de partidos y frentes y alianzas para constituir una lista. Lo que implica una búsqueda interna de poder (que la verdad, para quienes no estamos metidos en ello o nuestro nombre no figura en ese listado), nos interesa poco y nada, amén del titular de algún medio.
Ahora bien, también es posible pensar, o es necesario pensar, que este tipo de armados, este tipo de estrategias electorales, podría no necesariamente responder a la lectura del momento.
Es decir, que el esfuerzo por conseguir una opción “competitiva”, pareciera, sin querer apurarme demasiado, que se da bajo la gran consigna aglutinante de construir un frente contra, un espacio legitimado desde lo “anti”.
Bien sabemos que lo que tiende a repeler, no necesariamente junta.
Ojo, nadie está discutiendo si el motivo es fuerte, o si el eslogan es malo, inclusive si la intención no sea buena. Todo lo contrario. Lo que estamos diciendo es si con la intención alcanza. Me pregunto rápidamente: ¿Unidad es lo mismo que rejunte?

Siguiendo con este razonamiento si los candidatos son hombres y mujeres ya provenientes de este mismo entramado, cabe preguntarse cómo se transforma, cómo se traslada, cómo trasciende ese motivo de intención a un electorado y una ciudadanía que hace poco decidió otra cosa. A un electorado y una ciudadanía que no pareciera tener tiempo y espacio para enormes análisis o que no se siente apesadumbrada por una gestión de un Ejecutivo Nacional que tiende a complejizarle su cotidiano todos los días.
Entonces, frente a un eslogan de anti que parece que se subsumiera en el ala de lo interno (mirándose el ombligo), ese eslogan externo socio momentáneo parece que fuera lo suficientemente potente o legitime cualquier tipo de armados.

Evidentemente habrá que seguir de cerca el juego del resto de los actores, esas fuerzas vivas que siempre inciden en la sociedad, porque bien sabemos que en política las cosas no son ni tan lineales ni tan exactas como en las matemáticas.
Y aún en los casos donde antes algunos hubieran sido resistidos, quizá hoy ya no tanto o al revés.
Hay por delante nuevos debates de viejas deudas de la democracia, quizá esta elección nos permita comenzar a perfilar algunas respuestas a preguntas tales cómo: ¿Qué rol juega lo local, o lo provincial estando completamente desacoplado de lo nacional?, ¿Qué vale más hoy, los candidatos, los partidos o las ideas? ¿Cuáles son, si acaso los hay los modelos de gestión en disputa, cuando no asoman en el horizonte grandes debates ideológicos?
Espero que el tiempo nos de nuevas herramientas para entender un momento sociopolítico tan complejo.
Federico Vasches
Integrante del Observatorio de Políticas Públicas y Sociales de Río Negro